"Los marceros que habíamos
rondado y cantado marzas en la última noche de febrero de 1.993 por
las calles de Torrelavega, participábamos de la cena marcera en el
Restaurante Ferbus, compartiendo el compango y el vino obtenido
gracias a la generosidad de los vecinos dadivosos.
Entre
las diferentes botellas de vino que había en la mesa, casi todas de
buen tinto Rioja, destacaban algunas que por su etiqueta de marca,
cosecha y crianza, eran reclamo de nuestros ávidos y entendidos
paladares.
Se
me ocurrió entonces, que para el siguiente año y para sorpresa de
los aficionados a los buenos caldos, habría una botella de vino
“peleón” enmascarada con una etiqueta especial y diferente al
resto de las botellas. Sería divertido ver como se disputaba su
descorche, y sobre todo ver la cara de los catadores aspirando los
envolventes aromas del “peleón”.
La
botella de vino con la denominación de origen “Tío Roñosuro” y
embotellado especialmente para “los marceros de Torrelavega”, en
un momento de la ronda del año 1994 fue introducida pícaramente en
el cuévano del burro, nada supe de ella. Pensé que lo más probable
fuera, que el vino se hubiera empleado en llenar una de las botas que
llevamos los marceros para entonar la garganta con unos tragucos de
vino de vez en cuando,y que el envase se hubiera tirado.
Hasta
que un día, mi madre, cantante de la Coral de Torrelavega por aquel
entonces y que algo sabía por mí de aquella botella, me dijo que en
la sede de la Coral había en una estantería una botella de vino con
una etiqueta de características similares a mi dibujo.
Efectivamente, era la botella en cuestión.
La
tenía Manuel Egusquiza. El hombre, durante el recorrido marcero
hecho mano de ella para llenarla bota de vino, y se sorprendió al
ver aquella etiqueta; le pareció que era una botella simpática y
original, y decidió indultarla y conservarla como objeto decorativo
y de recuerdo.
Cuando
Manolo se enteró que la botella tenía dueño quiso devolvérmela, e
incluso se sintió turbado por apropiarse de algo que según él, no
era suyo.
Para
la tranquilidad de su conciencia le obsequié con la botella
introducida pícaramente en el cuévano del burro, y además le
agradecí su generoso detalle de conservarla en vez de descorcharla y
beberla.
Al
año siguiente volví a dibujar y decorar otra botella, esta vez con
vino de calidad, y advertí de ello a Egusquiza para que estuviera
atento y la cogiera si lo deseaba. En el estuche de madera escribí
una dedicatoria que decía: “Para los marceros de la Coral”
A
partir de aquí y durante los siguientes años, me comprometí
conmigo mismo a decorar una botella conmemorativa por cada marza y
entregársela personalmente a Manolo que había mostrado interés en
conservarlas.
Es
obvio que no puedo tener una opinión parcial sobre el trabajo
artístico de los dibujos y decoraciones delas botellas y de los
estuches de madera; los hay bastante sencillos y otros más
complejos; algunos están realizados con más acierto que otros. Pero
la totalidad de las botellas en su conjunto, han adquirido cierta
singularidad de recuerdo y evocación de la noche marcera de
Torrelavega, al convertirse con el paso del tiempo en colección.
En
este caso el mérito le corresponde al coleccionista, Manuel
Egusquiza, que es quien ha guardado cuidadosamente todas las botellas
en su casa, año tras año, superando por el amor al arte y nunca
mejor dicho, la tentación lógica de lo que debe hacerse con una
botella de vino: descorcharla y beberla."
La colección completa de botellas, a falta de la de este año, se puede ver en las dos presentaciones de debajo.